El encargo principal era proteger de la lluvia al acceso de un pequeño edificio de archivos y lectura situado en el patio interior del Instituto Nacional de los Derechos Humanos (Santiago de Chile). Al mismo tiempo, había  una necesidad secundaria de sombrear un espacio lateral al otro lado del mismo patio, donde el personal va cuando se toma un descanso de sus actividades. Aquí comienza la ruta hacia los archivos desde el edificio principal, por lo que se decidió conectar ambos extremos con un objeto escultórico, que encarnara la tensión entre ellos, al tiempo que cubriera el recorrido.

Este paisaje artificial busca un diálogo entre los elementos hechos por el ser humano (pilares y cubiertas textiles) y los naturales (troncos y copas de los árboles).